El compost mejora la fertilidad del suelo y puede usarse en hortalizas, frutales, cereales y pastos. Aprenda cómo aplicarlo correctamente en cada cultivo y obtener mejores resultados.

El uso de compost en la agricultura moderna se ha consolidado como una práctica clave para optimizar la fertilidad del suelo, reducir la dependencia de fertilizantes químicos y promover una producción más sostenible. Sin embargo, no todos los cultivos responden igual. La forma en que se aplica el compost —ya sea en hortalizas, frutales o papa— depende de la textura del suelo, el pH, la etapa de crecimiento y los requerimientos específicos de cada planta.
Conocer las dosis, los momentos y los métodos adecuados de aplicación permite aprovechar al máximo sus beneficios, mejorando la estructura del suelo, su capacidad de retención de agua y la disponibilidad de nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo y potasio.
Compost en hortalizas: el aliado de los suelos ligeros
Los cultivos de ciclo corto, como lechuga, tomate, cebolla o espinaca, son especialmente sensibles a la calidad del sustrato. En ellos, el compost actúa como un regulador natural de la fertilidad y como fuente gradual de nutrientes.
En suelos arenosos o ligeros, el compost mejora la capacidad de retener humedad y nutrientes, reduciendo la necesidad de riego y evitando pérdidas por lixiviación. En suelos más arcillosos, por el contrario, ayuda a mejorar la aireación y la porosidad, favoreciendo el desarrollo de raíces sanas.
Para hortalizas, se recomienda aplicar de 3 a 5 toneladas de compost por hectárea, o entre 1 y 2 kilos por metro cuadrado si se trabaja en pequeñas huertas. Lo ideal es incorporarlo unos 20 días antes de la siembra, mezclándolo con los primeros 10 a 15 cm del suelo para favorecer la integración biológica.
Según estudios del ICA y el Agrosavia, los cultivos de hortalizas que reciben compost orgánico presentan mejoras notables en la germinación, el crecimiento foliar y la retención de humedad, además de reducir la incidencia de enfermedades radiculares.
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Aplicación del compost en el cultivo de papa
El cultivo de papa es uno de los que más se beneficia del uso de compost de alta calidad como el que produce Vidagro, elaborado con cascarilla de arroz y viruta de madera. Estos materiales aportan una textura suelta al suelo, mejoran la aireación y facilitan el desarrollo radicular de los tubérculos.
La papa requiere suelos ricos en materia orgánica y con buena capacidad de retención de humedad, condiciones que el compost ayuda a mantener sin necesidad de recurrir exclusivamente a fertilizantes químicos. Su aplicación regular incrementa la disponibilidad de fósforo y potasio, elementos esenciales para el crecimiento del follaje y la formación de tubérculos uniformes.
Dosis recomendada: entre 3 y 5 toneladas por hectárea, incorporadas durante la preparación del terreno o mezcladas con el surco antes de la siembra. En cultivos intensivos o en suelos degradados, se recomienda reforzar con una aplicación superficial después de la primera aporque para mantener la estructura del suelo y conservar la humedad.
Resultados observados: productores que han integrado compost Vidagro en sus parcelas han reportado suelos más sueltos, menos compactación y una reducción significativa en la aparición de enfermedades asociadas al exceso de humedad, como la pudrición blanda o el tizón. Además, el uso constante del compost mejora la eficiencia del riego, permitiendo mantener la humedad adecuada sin saturar el terreno.
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En zonas de clima frío o altitud media, el compost también ayuda a regular la temperatura del suelo, protegiendo los tubérculos jóvenes durante las primeras semanas de desarrollo. Esto se traduce en una mayor productividad y calidad del producto final, con papas de mejor tamaño, forma y conservación poscosecha.
Uso en frutales: nutrición sostenida y protección del suelo
Los frutales —ya sean cítricos, banano, aguacate o mango— requieren suelos con buena estructura, drenaje y una liberación sostenida de nutrientes a lo largo del año. En este tipo de cultivos, el compost cumple una doble función: alimentar el suelo y protegerlo frente a la erosión y la compactación.
La aplicación más eficiente consiste en esparcir una capa de compost alrededor del árbol, en el área de proyección de la copa (o “línea de goteo”), sin tocar directamente el tronco. En plantaciones jóvenes se recomienda de 5 a 10 kg por árbol, mientras que en árboles adultos pueden aplicarse hasta 20 kg dependiendo del tamaño y del estado del suelo.
Además, cuando se combina con prácticas como la cobertura vegetal o el uso de mulching, el compost ayuda a conservar la humedad del suelo, mantener una temperatura más estable y aumentar la actividad microbiana que libera nutrientes de manera gradual.
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En cultivos transitorios: cereales y leguminosas
Los cultivos de ciclo medio o largo, como maíz, arroz o fríjol, también se benefician del compost, aunque el enfoque cambia. En este caso, el compost no se aplica tanto para sustituir la fertilización tradicional, sino para mejorar la estructura y la biología del suelo a largo plazo.
En maíz y arroz, por ejemplo, la aplicación de 2 a 3 toneladas por hectárea antes de la siembra contribuye a mejorar la retención de agua y la disponibilidad de fósforo, un nutriente esencial para la floración. En leguminosas, como fríjol o soya, el compost potencia la fijación biológica de nitrógeno, fortaleciendo la simbiosis entre las raíces y las bacterias del género Rhizobium.
Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia encontró que el uso continuo de compost en rotaciones con maíz y soya aumentó hasta en 18% la producción promedio y redujo el uso de fertilizantes químicos en un 30%, sin comprometer la calidad del grano.
Pastos y cultivos forrajeros: restaurar suelos degradados
En zonas ganaderas o de pastoreo intensivo, el suelo suele estar compactado y con baja actividad biológica. El compost es una herramienta eficaz para revertir este deterioro. Aplicado de manera uniforme sobre el terreno (de 5 a 8 toneladas por hectárea), mejora la capacidad de infiltración, la retención de humedad y la disponibilidad de materia orgánica.
Los beneficios son visibles en el color, densidad y vigor del pasto. Además, el compost incrementa la cantidad de lombrices y microorganismos benéficos, lo que acelera los ciclos naturales de nutrientes.
Cuando se usa compost proveniente de cascarilla de arroz o viruta —como el que produce Vidagro—, el resultado es un abono con buena aireación y una liberación lenta de nutrientes, ideal para estos sistemas extensivos.
Aplicación en flores y ornamentales: vigor y color
El sector floricultor, especialmente en regiones como Cundinamarca y Antioquia, ha adoptado progresivamente el compost como parte de sus estrategias de sostenibilidad. En flores de corte como rosa, clavel o crisantemo, el compost mejora la estructura física del sustrato, favorece la absorción de micronutrientes y estimula la floración.
Para este tipo de cultivos, se recomiendan mezclas de hasta 30% de compost en los sustratos de vivero o invernadero. En campo abierto, puede aplicarse de manera superficial antes de la siembra o como enmienda anual durante la reposición de camas de cultivo.
El resultado es un suelo más vivo, con mejor capacidad de retención de agua y plantas más resistentes a enfermedades fúngicas.
Factores a considerar antes de aplicar compost
No todos los suelos ni todos los cultivos requieren la misma dosis. Es importante analizar previamente la textura, el pH y el contenido de materia orgánica. Un compost maduro y bien estabilizado no debe presentar olores fuertes ni temperaturas elevadas; de lo contrario, puede afectar las raíces jóvenes.
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Vidagro y el compost como solución integral
En Vidagro promovemos el uso responsable del compost como una herramienta técnica y ambiental. Nuestro proceso se basa en la cascarilla de arroz y la viruta vegetal, materiales que garantizan un compost aireado, rico en materia orgánica estable y libre de residuos químicos.
Este tipo de compost es ideal para distintos cultivos, ya que aporta nutrientes de manera gradual, mejora la estructura del suelo y estimula la actividad biológica. Además, contribuye a cerrar el ciclo de los residuos agroindustriales, devolviéndolos al suelo en forma de fertilidad natural.
Una solución versátil
El compost es una de las herramientas más versátiles en la agricultura sostenible. Su correcta aplicación —adaptada a cada cultivo y tipo de suelo— permite mejorar la productividad, conservar los recursos naturales y construir sistemas más resilientes frente al cambio climático.
Más allá de ser un simple abono, el compost representa una forma de devolver vida al suelo. Y cuando se aplica de manera técnica, como promueve Vidagro, se convierte en una inversión que fortalece la rentabilidad y la sostenibilidad a largo plazo.