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Mejora de la estructura del suelo con fertilización orgánica

La fertilización orgánica mejora la estructura del suelo al aumentar la materia orgánica, favorecer la porosidad e impulsar la retención de agua.

Fertilidad de la tierra

La fertilización orgánica mejora la estructura del suelo al aumentar la materia orgánica, favorecer la formación de agregados y mejorar la retención de agua. Es una estrategia que, además de elevar la productividad, ayuda a mitigar la degradación de suelos que afecta a gran parte de América Latina.

Por qué importa la estructura del suelo

La estructura del suelo —la forma en que arena, limo y arcilla se agregan y forman poros— determina la circulación de agua y aire, la exploración radicular y, en última instancia, la productividad de los cultivos. Un suelo bien estructurado drena correctamente, retiene humedad útil y sostiene una comunidad microbiana diversa que facilita la disponibilidad de nutrientes. En contraste, suelos compactados o con baja materia orgánica presentan mala infiltración, pérdida de rendimiento y mayor erosión, problemas documentados como prioritarios por organismos regionales en reportes recientes.

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La materia orgánica como base de la estructura

La materia orgánica funciona como un “pegamento” natural: participa en la formación de agregados estables, que son pequeños “bloques” de suelo con poros internos que permiten el movimiento de aire y agua. Las guías prácticas y documentos técnicos recientes subrayan que la incorporación sostenida de compost y otras enmiendas orgánicas es una de las intervenciones más efectivas para recuperar suelos agrícolas degradados. Esa recuperación se observa tanto en la mejora de la porosidad como en la estabilidad de los agregados.

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Retención de agua: resiliencia frente a sequías

En el contexto latinoamericano, donde la variabilidad climática y episodios como El Niño condicionan la producción, la capacidad de los suelos para retener agua es crítica. Informes regionales del IICA y documentos de la FAO para América Latina han destacado que incrementar la materia orgánica en los suelos aumenta su capacidad de retención hídrica y, por ende, la resiliencia de los sistemas productivos frente a sequías y estrés hídrico. La magnitud del efecto varía con la textura del suelo y la cantidad de materia orgánica incorporada, pero la tendencia es consistente: más materia orgánica = mayor disponibilidad de agua útil para la planta.

Menor compactación y mejor infiltración: cómo ocurre

La compactación reduce el volumen de poros útiles y limita el crecimiento radicular. La aplicación de compost y otras enmiendas orgánicas incrementa la porosidad estructural y reduce la resistencia mecánica del suelo, permitiendo que las raíces penetren con más facilidad y que el agua se infiltre en lugar de escurrirse superficialmente. Documentos técnicos y memorias de programas de manejo de suelos en la región han señalado que estas mejoras físicas reducen problemas típicos en cultivos mecanizados (p. ej., papa, maíz, caña) y facilitan la labor agrícola.

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Aumento de la actividad biológica: el suelo como ecosistema vivo

Los abonos orgánicos no solo adicionan carbono y nutrientes: alimentan la red microbiana del suelo —bacterias, hongos, actinomicetos y microfauna— que participa en la formación de agregados, en la mineralización de nutrientes y en la supresión natural de patógenos. Agrosavia y otros institutos de la región han documentado incrementos en diversidad y actividad microbiana tras aplicaciones sostenidas de compost en parcelas de ensayo, lo que traduce en suelos más “vivos” y productivos.

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Reducción de la erosión: estabilizar la tierra para proteger la producción

La erosión es una de las manifestaciones visibles del fallo en la estructura del suelo. Las prácticas que incorporan materia orgánica, combinadas con cobertura vegetal y manejo de pendientes, reducen la escorrentía y la pérdida de suelo. El IICA y reportes regionales han promovido paquetes de prácticas (compost + cobertura + terrazas o bancos vegetados) como medidas efectivas para mitigar la erosión y conservar suelo y agua en cuencas productivas. Los resultados dependen del manejo y las características topográficas, pero la evidencia regional muestra mejoras claras cuando se aplican de forma integrada.

Evidencia de campo y plazos de respuesta

Las mejoras en estructura suelen ser acumulativas: en general, se observan cambios iniciales desde la primera temporada (mejor infiltración superficial, cambio en textura aparente), mejoras más notables entre 2 y 4 años con aplicaciones sostenidas, y estabilización de las ganancias en horizontes superiores a ese período si la práctica se mantiene. Programas de acompañamiento en Colombia y proyectos regionales del IICA han documentado estos patrones en fincas piloto, subrayando la importancia de continuidad y dosis apropiadas.

Impacto en productividad y rentabilidad

Las implicaciones productivas son directas: suelos con mejor estructura requieren menos riego, permiten una exploración radicular más eficiente y reducen pérdidas de nutrientes por lixiviación. Instituciones latinoamericanas han vinculado estos efectos con mejoras en la productividad y en la estabilidad de rendimientos; además, el menor uso relativo de insumos químicos puede mejorar los márgenes de los agricultores, especialmente de medianos y pequeños productores que enfrentan variabilidad de precios de insumos. Estos beneficios económicos suelen materializarse a mediano plazo, cuando la estructura y la biología del suelo se consolidan.

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Por qué es urgente actuar

La FAO para América Latina y el Caribe ha puesto en evidencia la magnitud del desafío: una proporción muy alta de los suelos de la región está degradada y requiere acciones de manejo sostenible para evitar pérdidas económicas y de productividad. La atención sobre la salud de los suelos se ha convertido en prioridad para organismos multilaterales y programas nacionales, que promueven la incorporación de materia orgánica y prácticas de manejo conservacionista como respuesta técnica y política.

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Recomendaciones prácticas para productores

  1. Priorizar la incorporación de compost maduro y otros abonos orgánicos en las labores de preparación de suelo; Agrosavia recomienda protocolos de mezcla y tasas iniciales adaptadas al cultivo y textura del suelo.
  2. Combinar compost con prácticas de cobertura (mulch, cultivos de cobertura) para amplificar efectos en porosidad y retención de agua; esta combinación es promovida por IICA en paquetes de manejo sostenible.
  3. Mantener un programa de aplicaciones continuadas (anual o bianual según el caso) para consolidar mejoras en agregación y microbiología del suelo; la evidencia regional muestra que la continuidad es clave.
  4. Evitar prácticas que destruyen la estructura recién ganada: reducir labranza intensiva y controlar el tráfico de maquinaria pesada en campos húmedos. Estas medidas son recurrentes en las guías técnicas nacionales.

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El mejor aliado

Mejorar la estructura del suelo mediante fertilización orgánica no es solo una intervención técnica: es una estrategia de resiliencia y de sostenibilidad económica para la agricultura en Colombia y la región. La evidencia más reciente de Agrosavia, IICA, UPRA y FAO Américas respalda que la materia orgánica restaura agregados, mejora la porosidad y la retención de agua, impulsa la vida microbiana y contribuye a reducir erosión y dependencia de insumos externos. Implementada con continuidad y en combinación con prácticas de conservación, la fertilización orgánica se presenta como una herramienta central para producir más y mejor sobre suelos sanos.

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